viernes, 26 de abril de 2013

La última compra

Cuando aquella noche entró en casa después de hacer la compra, la señora Jason ni siquiera podía imaginar lo que se encontraría allí. Lanzó un saludo al aire, como siempre que volvía a casa. Dejó las llaves en el cuenco que reposaba encima de la mesilla. Cerró la puerta con el pie mientras hacía malabares con las bolsas, llenas hasta los topes de alimentos que nunca serían comidos. Caminó por el silencioso pasillo que daba a la cocina, abrió la puerta y ahogó un grito. Las bolsas cayeron al suelo, desparramando todo su contenido.

Cuando aquella noche entró en casa después de hacer la compra, la señora Jason no imaginaba que encontraría el cadáver de su marido encima de la mesa de la cocina, con la garganta abierta en canal y rodeado de un charco de sangre. Nunca pensó que un cuerpo humano pudiera contener tanta cantidad de esa sustancia roja y brillante. Menuda ilusa.


Cuando aquella noche entró en casa después de hacer la compra, la señora Jason no podía pensar en que, apenas un minuto después, estaría en un estado de shock que no le permitiría escuchar acercarse los suaves pasos de alguien que se había escondido en la habitación de al lado. Ni siquiera tuvo tiempo de gritar antes de que el cuchillo le rebanara el cuello. Su cuerpo sin vida cayó al suelo con un golpe seco.


Limpié mi cuchillo en su vestido de flores amarillas y lo guardé en la funda que colgaba de mi cinturón. No podía permitir que quedara manchado con la sangre de aquellos imbéciles.

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